El anuncio intempestivo, violento y desorientado hecho la semana pasada por David Collado, actual ministro de Turismo, en el sentido de que buscará la nominación presidencial por el Partido Revolucionario Moderno (PRM), en las elecciones del 2028, es lo más parecido a una exigencia prematura de niño mimado o adolescente malcriado, o a un grito desesperado para exorcizar un maléfico estres reprimido interiormente durante años.
La exclamación del eficiente ministro y ex alcalde del Distrito Nacional 2016-2020, tan prematura y fuera de tiempo y contexto socio-político, lo ubica en una jaula nerviosa y extremadamente pretensiosa, capaz de abrir sus compuertas, sin las mínimas condiciones de prudencia y seguridad, y peor aún, a sabiendas de que sus lobos podrían desatar sus garras para devorarlo en el intento inicial.
Además de lucir desesperando, inmaduro y poco juicioso, Collado reparte bofetadas al liderazgo más prominente del partido de gobierno, especialmente al presidente y líder Luis Abinader, quien a su diferencia ni siquiera ha anunciado su decisión de postularse, nueva vez, en los comicios del año entrante 2024, aunque todo indica que lo hará porque tiene los números a su favor para seguir en la conducción del Estado.
Me parece que el señor Collado ha oído ruidos suficientes o, mejor aún, debe saber muy bien que el torneo electoral más cercano es el que tendrá lugar en mayo de 2024, en lo que respecta a las presidenciales, por lo que hablar o anunciar propósitos particulares para el 2028, es pérdida de tiempo y alejado del sentido común y del sano juicio socio-político.
Es, a mi juicio, un acto atrevido y alejado del buen sentido común, que lo apartará muy temprano de las posibilidades de competir con otros dirigentes perremeistas por la nominación presidencial en 2028. por esa fuerza política.
Para mí, David Collado, quien también fue un buen alcalde del Distrito Nacional, se suicidó, se castró políticamente hablando, al no pensar y medir correcta e inteligentemente su descabellado anuncio. Parece que en él pudo más su enorme ego, su orgullo mesiánico o su excesiva vanidad elitista.
Pienso, por demás, que el señor Collado debe mirar y escudriñar 40 o 50 años atrás, cuando el campeón del continuismo, el príncipe del vuelve y vuelve, el prominente líder reformista, Joaquín Balaguer, retrasaba su esperado anuncio de una nueva postulación, a pesar de que las elecciones generales estaban al doblar de la esquina. Lo hacía cuando las circunstancias le favorecían.
Otra cosa implícita en el desafuero político de Collado, y para mí lo peor, es el meta mensaje de camisa de fuerza o presión desatinada para que desde ahora en el PRM le guarden en un cofre purificado la candidatura presidencial para el 2028, o le firmen un pacto adelantado de exclusividad. Nada más absurdo y prosaico.
En la actividad política de estos tiempos no existen mesías ni predestinados al trono presidencial. La Presidencia de la República no se hereda ni se arrebata, hay que ganársela en justa y sana competencia entre los diferentes actores del espectro interno y externo del devenir partidario de esta nación de todos, ricos y pobres, blancos y negros, con abolengos y sin ellos.
También el joven ministro de Turismo debe estar consciente que haber desempeñado tres funciones en el Estado, con notable eficiencia no le hacen acreedor de que se le regale nada, mucho menos la futura candidatura presidencial para dentro de 5 años, en el 2028. Su estrés y desesperación lo enterrarán antes de morir.
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